Donde hay dolor hay vinculación. El dolor nos señala de que hay una necesidad importante no cubierta en nosotr@s. Nuestra dinámica personal pretende esconder o pelearse con nuestro dolor, echándole la culpa, de nuestra insatisfacción.

El sufrimiento surge debido al alejamiento y rechazo del propio dolor. Creamos capas de defensa diversas desde lo físico, emocional, mental y conductual para protegernos o resistirnos a lo que es.

Defensas, muchas de ellas muy sutiles, que poseen mucho hábito, que pesan mucho, y nos anticipan de aquello que podría ser terrible que sucediese. Un bucle que nos distancia tanto que llegamos a insensibilizarnos no sólo del dolor sino de la alegría en nuestra vida.

Nos resistimos a sentirnos vulnerables y eso nos aleja de una gran parte de nuestra personalidad que está prisionera a los mandatos de lo que llamamos identidad “yo soy así y no debería ser de tal forma”. Nos señala de las fronteras que nos imponemos por miedo a lo desconocido, incluso miedo a cambiar y lo que ello imaginamos que supondría en nuestra vida.

El dolor nos ofrece la oportunidad para profundizar hacia dentro, podernos replegar para permitir amarnos tal y como somos, incluso frágiles. También, nos acerca a poder aceptar la inevitabilidad de lo transitorio, de lo cambiante. Es inevitable que enfermemos, que envejezcamos y que muramos.

El dolor no expresado ni elaborado puede convertirse en resentimiento, y puede fomentar que nuestra mirada esté situada más hacia el pasado que hacia el presente, que es lo único que existe y donde podemos construir vida.

Acompañarnos a expresar lo que nos duele, dónde nos duele y de qué forma nos duele nos puede liberar de muchas tensiones o preocupaciones acumuladas.

Comprender y abrazar con dulzura lo que nos duele, nos invita a que nos cuidemos como nos merecemos. Hacernos amig@s del dolor es un proceso que requiere paciencia y enfoque.

El dolor promueve que puedas despedirte, de lo que ya no está vivo dentro o fuera de ti. Que sientas el dolor en todo tu proceso, te ayudará a poder cerrar un ciclo vital. Necesitas darte un tiempo y un lugar para que puedas dar la bienvenida a una nueva etapa.

Te sugiero que no tengas prisa. Trata de acompañar la energía que la vida te está invitando a experimentar y a integrar.

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